El miedo gratificante
No estoy segura de calificarme como una persona especialmente valiente o cobarde. Lo que sí puedo asegurar es que soy ciertamente impresionable. Todavía profiero oooohs y aaaahs de asombro en los espectáculos de fuegos artificiales como cuando era niña, aunque no me disponía a hablar de esa impresionabilidad (si se puede decir así) infantil que, sin embargo, es la base primordial de lo que excita nuestra imaginación a lo largo de nuestra vida. Me refiero a las cosas que nos provocan inquietud, nos hacen sentir inseguros de lo que nos rodea y, lo que es aún peor, de nosotros mismos.
Los buenos autores de historias fantásticas, ya sean noveladas o filmadas, conocen muy bien cuáles son los temas que nos provocan más inquietud y cuál debe ser la puesta en escena de los mismos para reavivarla. ¿Para qué? Pues, curiosamente, somos así: muchos pasamos miedo porque nos emociona, nos divierte.
Y aquí está el meollo de la cuestión: ¿por qué es divertido pasar miedo con una película o relato de tipo fantástico? Las personas que no soportan las historias inquietantes dirían que quizá respondemos a algún tipo de componente pseudomasoquista en la personalidad con el que disfrutamos pasándolo mal. Por eso, debo concretar que en todo momento estoy hablando del terror que nos causa la ficción, ya provenga de un relato escrito, una película, un cómic, un cuadro o cualquier otra obra artística de tipo fantástico y de porqué algunas personas perseguimos y disfrutamos esa inquietud. En mi opinión, se parte de un reto que el autor plantea al espectador o lector y éste lo acepta para formar parte del juego. Se trata de darle la vuelta a la realidad más que alejarse de ella o introducirse en otra diferente; revolucionarla. Presentar algo que nuestra razón no pueda explicar y, si hay algo que turbe de verdad nuestras mentes es lo que no podemos entender, lo ajeno. No hablo sólamente de monstruos desquiciados o de fantasmas sino lo que menos podemos comprender y nos toca de manera más cercana, que es la muerte. Se puede deducir fácilmente que esto lo convierte en el tema estrella de las historias de género fantástico. Aunque, con todo, habría que matizar este último punto porque, al menos a mí, si hay algo que me inquieta sobremanera cuando leo o visiono un relato sobrenatural, ya no es el ataque del ente de turno, el asesinato, la violencia... (que también), sino la incertidumbre de nos pasos, la persecución. Es cierto, sufrimos más cuando la víctima es perseguida por el vampiro y seguimos espeluznados su desesperada huída, que cuando el monstruo la asesina robándole su sangre y su alma. Porque ése es otro elemento que buscan los aficionados al género: el suspense. Este gusto por la incertidumbre plantea otra cuestión interesante puesto que, si antes negábamos la existencia de un sentimiento pseudomasoquista, sí podemos decir que desde la butaca o el exterior de las páginas de un libro tenemos una posición muy cómoda respecto a los hechos sobrenaturales que van aconteciendo en el relato y, para qué engañarnos, es divertido ver cómo sufren los protagonistas, cómo afrontan lo sobrenatural así que también hay un componente ligeramente sádico, si queremos llamarlo así, que nos atrae de este tipo de historias. En definitiva, es divertido porque es ficción y no nos pasa a nosotros.
Así que podemos decir, sin complejos, que el género fantástico apela a nuestras emociones más personales, nuestra postura ante lo que no entendemos, nos hace dudar. Tanto la figura del monstruo, la del loco o cualquier otro tipo de alienado nos provocan sentimientos muy intensos y diferentes, a menudo todos a la vez: el morbo por su aspecto, procedencia o comportamientos fuera de lo normal, miedo, repulsión, incluso lástima por la marginación a la que queda relegado por la sociedad.... De hecho, las historias fantásticas nos provocan una catarsis extraña. A veces resulta difícil identificarse, alinearse con las víctimas o con el agresor sobrenatural (normalmente lo sobrenatural resulta una amenaza) porque existe un sentido de la justicia aplastante en este tipo de historias, del cual un gran ejemplo sería Carrie, de Stephen King.
En conclusión, el género fantástico no encuentra en la implicación profunda del lector o espectador un elemento más para ser entendido, sino que la reclama, forma parte de su razón de ser; necesita su capacidad de imaginar, de sorprenderse, de ir más allá de la propia realidad por unos momentos y, sobretodo, de saber disfrutarlo.
Los buenos autores de historias fantásticas, ya sean noveladas o filmadas, conocen muy bien cuáles son los temas que nos provocan más inquietud y cuál debe ser la puesta en escena de los mismos para reavivarla. ¿Para qué? Pues, curiosamente, somos así: muchos pasamos miedo porque nos emociona, nos divierte.
Y aquí está el meollo de la cuestión: ¿por qué es divertido pasar miedo con una película o relato de tipo fantástico? Las personas que no soportan las historias inquietantes dirían que quizá respondemos a algún tipo de componente pseudomasoquista en la personalidad con el que disfrutamos pasándolo mal. Por eso, debo concretar que en todo momento estoy hablando del terror que nos causa la ficción, ya provenga de un relato escrito, una película, un cómic, un cuadro o cualquier otra obra artística de tipo fantástico y de porqué algunas personas perseguimos y disfrutamos esa inquietud. En mi opinión, se parte de un reto que el autor plantea al espectador o lector y éste lo acepta para formar parte del juego. Se trata de darle la vuelta a la realidad más que alejarse de ella o introducirse en otra diferente; revolucionarla. Presentar algo que nuestra razón no pueda explicar y, si hay algo que turbe de verdad nuestras mentes es lo que no podemos entender, lo ajeno. No hablo sólamente de monstruos desquiciados o de fantasmas sino lo que menos podemos comprender y nos toca de manera más cercana, que es la muerte. Se puede deducir fácilmente que esto lo convierte en el tema estrella de las historias de género fantástico. Aunque, con todo, habría que matizar este último punto porque, al menos a mí, si hay algo que me inquieta sobremanera cuando leo o visiono un relato sobrenatural, ya no es el ataque del ente de turno, el asesinato, la violencia... (que también), sino la incertidumbre de nos pasos, la persecución. Es cierto, sufrimos más cuando la víctima es perseguida por el vampiro y seguimos espeluznados su desesperada huída, que cuando el monstruo la asesina robándole su sangre y su alma. Porque ése es otro elemento que buscan los aficionados al género: el suspense. Este gusto por la incertidumbre plantea otra cuestión interesante puesto que, si antes negábamos la existencia de un sentimiento pseudomasoquista, sí podemos decir que desde la butaca o el exterior de las páginas de un libro tenemos una posición muy cómoda respecto a los hechos sobrenaturales que van aconteciendo en el relato y, para qué engañarnos, es divertido ver cómo sufren los protagonistas, cómo afrontan lo sobrenatural así que también hay un componente ligeramente sádico, si queremos llamarlo así, que nos atrae de este tipo de historias. En definitiva, es divertido porque es ficción y no nos pasa a nosotros.
Así que podemos decir, sin complejos, que el género fantástico apela a nuestras emociones más personales, nuestra postura ante lo que no entendemos, nos hace dudar. Tanto la figura del monstruo, la del loco o cualquier otro tipo de alienado nos provocan sentimientos muy intensos y diferentes, a menudo todos a la vez: el morbo por su aspecto, procedencia o comportamientos fuera de lo normal, miedo, repulsión, incluso lástima por la marginación a la que queda relegado por la sociedad.... De hecho, las historias fantásticas nos provocan una catarsis extraña. A veces resulta difícil identificarse, alinearse con las víctimas o con el agresor sobrenatural (normalmente lo sobrenatural resulta una amenaza) porque existe un sentido de la justicia aplastante en este tipo de historias, del cual un gran ejemplo sería Carrie, de Stephen King.
En conclusión, el género fantástico no encuentra en la implicación profunda del lector o espectador un elemento más para ser entendido, sino que la reclama, forma parte de su razón de ser; necesita su capacidad de imaginar, de sorprenderse, de ir más allá de la propia realidad por unos momentos y, sobretodo, de saber disfrutarlo.
2 comentarios
Jazmim -
realmente quería haber empezado el comentario por aqui..por la foto
:)
Jazmim
Jazmim -
Realmente es difícil no encontrar alguna similitud con algún personaje,situación o cosa que aparecen en los filmes, por lo tanto, el cine creo que es realmente envolvente..
Por cierto, que buena Carrie..acabas de refrescármela..
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Jazmim